Y aunque parecía que ya no le importaba, si bien, creía bien seguro que ya la había perdonado. En lo más profundo de su ser, quedaba el dolor y la desconfianza, la traición. Ella, también sufría, aunque nadie lo sabía.
Él intentaba con ahínco desvincularse por completo, buscando de un lugar a otro, realmente perdido. Sin embargo, no contaba con los daños colaterales, los inocentes, que sin comprender nada, estaban sufriendo. E intentaron llamar su atención.
Al tener en su mano el documento, el fuego de su interior, subió raudo hacia su rostro. Se trataba de un león, que ardía en fuego. Lo que para él era todavía su criatura, su linda niña, se estaba convirtiendo día a día en una bella mujer. Como todo padre, con el documento en la mano, la furia se apoderó de todo su ser. ¿Qué hacía?...¿Es que él merecía lo que estaba leyendo? ¡No es justo! gritó para sí.
Cuando la casualidad quiso visitarle (él jamás creyó en ella), encontró un mensaje en una botella, preguntándole qué tal estaba. Sorprendido por la magia de la vida, enseguida tomó entre sus manos el auricular y le llamó por teléfono. Al otro lado, el cariño de la persona que le preguntaba, consiguió tranquilizar su ira. Le ayudaría con las noticias que tanto desconcierto le habían causado. Consultó esa misma mañana, aunque, al descubrir el resultado, no supo cómo explicarle, lo que verdaderamente ocurría.
Él se enfadó, pensó que se había olvidado de "un asunto tan importante", más para él.
No se trataba de un olvido, era un no saber qué y cómo hacer. ¿Cómo explicar lo que ves, sin herir a la otra persona?. Mucho más tratándose de una hija...
El mensaje regresó en la botella y le comunicó lo que era preciso hacer para arreglar aquel entuerto. Debía depositar toda su atención hacia la inocente criatura, que demandaba a gritos su atención. La abrazaría cada día, le consultaría cómo funcionaba su día a día. Debía ocuparse de tratarla como ella deseaba.
Aunque para la niña...¡era tan importante cómo tratara a la otra mujer!...Pues siendo sensitiva, podía sentir el hielo roto que unía a la pareja. Entonces ¿qué debía hacer él? si en verdad la amaba desde siempre, si era incapaz de sobrevivir sin su compañía. De pronto supo qué hacer, la perdonaría desde lo más profundo de su alma, de ese modo, su felicidad estaría completa, ya que, él seguía amándola, siempre la amaría...era su mujer. La escogió hace ya muchos años y había compartido la vida con él. Más que nunca se apoyaría en ella, pues le amaba mucho más de lo que él comprendía...Tan solo había falta de comunicación.
Para todas las personas que han sido heridas alguna vez, para que comprendan que el perdonar te hace crecer.
Laura Fernández.
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