Y jamás besé tus labios, nunca pude saber cual era tu aroma. De qué manera movías la cabeza hacia atrás cuando reías, ni qué gestos delataban tu escondido corazón. Sin embargo...los sabía todos de memoria, estaban guardados todos en mi mente, en mi subconsciente, en mi alma, en lo más profundo de mi corazón.
Te amo tanto y de una forma tan inexplicable para mi concepto de amar, que no sabría explicárselo a nadie. No va con mi forma de ser, no forma parte de mi personalidad...pero te amo. Te amaré siempre, te desearé aún sin ni siquiera haberte probado nunca, anhelaré tu aroma, el dulce sabor de tus efluvios. Tu lengua, tus finos labios deseables y sátiros. Tus manos, divinas manos griegas de largos dedos esculpidos del más lindo mármol. Acarician mis senos desnudos, mi sexo, mis piernas, el torso de mis pies.
Y aunque jamás besé tus labios, siempre supe cómo besarías la fresa que dibuja mi rostro, la carnosidad de mi piel, el brillo lumínico de mis ojos. Sé cómo abrazarías el arco que forma mi cintura en la parte de mi espalda, como con sólo un dedo trazarías los dibujos que tan bien sabes hacer. Los que realizas con el lápiz de colores que te regalé, los que copias, los que tu mente inventa.
Puedo saber cómo sabría tu piel, qué olor tendría y qué sentiría al hacerte el amor. Lo sé.
Tu voz, el sonido afrancesado modulando entre mi oído y la parte del cerebro que tocas con cada palabra. Tu risa, abierta, franca, enigmática que jamás olvidaré. Tus lágrimas sin haberlas visto puedo sentirlas al caer, resbalando por tu rostro, enjugandolas tus manos hacia los lados, puedo verte sin ver.
Sueño despierta tu aliento, recuerdo el timbre de tu voz al nombrarme, permaneces fijo en mi memoria, perenne, por siempre.
La más amada por el corazón más frágil, la consentida, la que todo lo puede, la que le permites todo. Licencia abierta. Visionario ágil que supiste ver rápidamente lo bonito de mi corazón y, no pudo deslumbrarte ni el brillo de mis ojos, ni lo lascivo de mi interior. Te amo.
Y gracias a ti, soy la mujer que soy hoy en día. Tú me formaste, guiaste mis pasos, de tu mano crucé las calles más angostas, las más transitadas por los coches más potentes. Los que pasaban sin mirar y yo, asida de tu mano, conseguí arribar al otro lado.
Ahora...las lágrimas recorren tu rostro, el mar salado de tus ojos negros brillantes y grandes, angostos. Bellos.
Laura Fernández
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