Desde lo más profundo de mi ser, voy adentrándome en el bosque de la vida. Los árboles aunque me dan sombra y me cobijan, me asustan con su sonido al mecerse sus hojas en la noche. Es difícil seguir caminando sin pisar el suelo y no hacerte daño al caminar.
Las suelas gastadas de los zapatos que se ajustan prietos a mis pies, parecen decirme que ya llevamos mucho tiempo caminando por el bosque. Pero aún así algo en mi interior me reta a seguir caminando, todavía no he encontrado los preciosos lagos de los que me hablaron, ni las frondosas plantas silvestres que envolvían aquél precioso paraje. Debo seguir buscando, si sigo caminando seguro que las encontraré.
En mi camino, me cruzo con preciosos animales que saltan a mi alrededor al pasar por su lado. Siento al cruzarme con ellos, que merece la pena seguir andando, aunque mis pies se quejen y mis rodillas ardan en un enfurecido y sordo sonido cuando subo una pendiente.
A lo lejos diviso una preciosa casita, está construida toda de madera. ¡Hace tanto tiempo que camino por el bosque de la vida!, que siento una inmensa alegría pensando, que quizás pueda pararme a descansar un ratito.
Así como voy acercándome a ella, veo que no hay nadie dentro y que lo que debo hacer es seguir caminando. Ya descansaré cuando encuentre los preciosos lagos de los que me hablaron hace tanto tiempo.
En verdad estoy cansada, llevo tanto tiempo caminando, que aunque merezca la pena, llegar a dónde me propongo, se hace pesado.
A pesar de ello, no me permito venirme abajo, los árboles se mecen arrullando mi mente con su sonido, un sol brillante luce en el cielo precioso de mi tierra bella. Me paro un instante, en un tronco enorme que hay tirado en el suelo, que debió caerse un día de tormenta. Ando sola por el bosque, no me he encontrado ni a una sola persona durante todo mi trayecto. Doy gracias a los pequeños animalitos que lo habitan, pues ellos hacen que me sienta acompañada. Las ardillas corretean graciosas mordisqueando los pequeños frutos que encuentran a su paso.
Después de descansar, emprendo de nuevo mi viaje. Mis pies agradecidos por haberlos desnudado durante un buen rato, están ya preparados para seguir con el trayecto. Va cayendo la tarde, las frutas que voy encontrando, alimentan mi alma, llenando de energía mi cuerpo para seguir hacia adelante.
De pronto, veo un brillo a lo lejos, como si de un espejo se tratara. Empiezo a caminar deprisa, el sol que todavía no ha caído, da luz a un precioso lago. Una cascada inmensa cae desde lo alto de una picuda montaña, haciendo del paisaje que estoy mirando lo más bello que jamás hubiese imaginado.
¡Por fin encontré lo que había estado buscando durante tanto tiempo!. Lloré de alegría viendo mi sueño realizado, ni el dolor de mis pies, ni las encendidas marcas de mis rodillas pueden sacarme de este encuentro soñado.
Para todos los buscadores que como yo, luchamos y no paramos hasta que encontramos lo que deseamos.
Laura Fernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario