Hoy hace cuarenta años, y parece que fue ayer. Siendo yo una criatura, todavía no podía comprender lo que aquel rubio y precioso bebé, iba a significar en mi vida. No recuerdo dónde la vi por primera vez, pero debo suponer que sería en la clínica, pero con mi corta edad, no puedo recordarlo perfectamente. Lo que sí recuerdo era lo bella que era. Me hizo mucha ilusión cuando mi hermana, me dijo que se iba a llamar como yo. ¿Una cosita tan bonita iba a llamarse como yo? ¡Qué ilusión!.
La trajeron a casa, su precioso pelo rubio, una pelusita que cubría como un manto su redonda cabeza. Dos grandes ojos almendrados, rellenos de pura miel. ¡Nunca había visto una niña tan bonita!.
Me sentí extraña, sólo tenía siete años y era tía, no era la primera sobrina que tenía. Ya con la primera sobrina, me pasó lo mismo, pero para mí las dos eran mis hermanas pequeñas.
Siempre la quise mucho, crecimos juntas como hermanas. Ella me llama tía, algo que me encanta. A pesar de llevarnos tan poca diferencia de edad, es muy bonito.
Pero no puedo creer que hoy haga cuarenta años de todo aquello, de que el tiempo corra tan deprisa, que no me dé tiempo apenas de secar la ropa.
Reñíamos mucho, ella destrozaba mis cosas más preciadas y tuvimos temporadas que fuimos el perro y el gato. Aún así seguía adorándola, más guapa que nadie, con unos rizos rubios dibujando su preciosa y redonda carita. Adornada por esos ojos llenos de miel. Dos almendras llenas de mariposas pestañas, que hacían que sonrieras tan solo con mirarla.
Fueron pasando los años y cada vez estuvimos más y más unidas. Compartimos todo en la vida, ella fue siempre cuidadora de mis más íntimos secretos. Yo intenté educarla como su hermana-tía que era.
Quiero a todos mis sobrinos, pues tengo bastantes, pero con ella me une algo muy especial. Pues crecimos juntas en la misma casa, hermanas-sobrinas-tías, era una relación especial.
Me siento orgullosa de la niña que fue, pero más orgullosa me siento de la mujer que es ahora. Si en algo he tenido que ver, doy gracias a Dios por haberme permitido educarla dentro de las posibilidades de mi corta edad.
Parece que la estoy viendo con sus bucles dorados, revoloteando por mi casa. ¡Cuántas cosas hemos compartido!, ¡cuántas nos quedan por compartir también!.
Preciosa niña de bucles dorados, pequeña flor que ha estado siempre en el jardín de mi corazón. Ojos de almendra, pestañas de mariposas, mirada de pura miel.
Ojalá algún día sepas cuánto te quiero. Feliz cuarenta cumpleaños Laurita.
Tu tía.........
Laura Fernández
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