Mi trabajo me apasiona, podría tirarme las veinticuatro horas del día trabajando, porque es lo mejor que me ha sucedido nunca, poderos ayudar es lo más gratificante del mundo.
Estas palabras es para agradeceros a todos los que confiáis en mí todo, lo que me enseñáis aportándome tantas cosas gratificantes, que no sé como agradecer. Me hacéis sentir realmente bien, me hacéis feliz.
Cuando trabajo con vosotros y veo los cambios en vuestro cuerpo, como las palpitaciones en mi mano, como un órgano deja de estar caliente, o simplemente noto la cara de felicidad y relajación que adoptáis, me hacéis sonreír.
Cuando después abrís los ojos y me comentáis lo que habéis percibido y las cosas que habéis visto, es muy importante para mí.¡ Me enseñáis tanto!, que no sabré jamás como agradecerlo ni a quién. Bueno a quién si lo sé, pero no podré hacerlo con toda la intensidad que desearía.
Saber como os van desapareciendo dolores, que estaban ahí desde hacía mucho tiempo y que ni vosotros comprendéis como puede ser, yo menos pero................ ¡es fantástico!.
Trabajar con vosotros no me cansa, me enseña día a día y me va abriendo el camino intrépido de la jungla en la que me encuentro sobreviviendo.
Lo más apasionante viene después cuando charlamos durante un largo rato, sobre lo que hemos sentido y sobretodo cuando me llamáis al día siguiente, o dentro de un par de días para decirme como tal o cual cosa se os ha arreglado y encima me dais las gracias. Sois maravillosos, todos.
Os quiero, gracias por dejarme hacer de mi profesión una auténtica vocación.
Vuestra terapeuta......
Laura Fernández
miércoles, 28 de marzo de 2012
martes, 13 de marzo de 2012
Su nombre, Fernando
Hoy es un día importante para mí. Hace quince años que volví a nacer, supongo que no sería el momento de irme,por eso sigo aquí. Es un homenaje a todas las personas que me quieren y estuvieron a mi lado. Pero sobre todo a mi marido y a mis dos hijos, que sufrieron cada uno a su manera.
Estaba de ocho meses, el día anterior había estado en mi ginecóloga, quien pensó que irse de vacaciones de semana santa, sería más divertido que atender mi parto y me lo adelantó nada menos que un mes. Me citó para la mañana siguiente muy temprano en el hospital. Ese día fui a comprar el regalo de mi madre, con toda mi barriga conmigo, pues sería pronto su cumpleaños y terminé de hacer las últimas compras. Ah, también fui a la peluquería, antes muerta que sencilla.
Por la mañana bien temprano nos fuimos para la clínica, mi familia asustada, pues no entendían porqué me ingresaban estando de ocho meses recién cumplidos. La comadrona no me encontraba en el hall del hospital, pues no se me notaba mucho el embarazo estando de espaldas. Y cara de parturienta como que no tenía. Ella no se explicaba qué hacía allí, yo menos.
Me dieron una habitación y me dijo que me iban a provocar el parto, ella no entendía el motivo,pero ya saben que nadie tira piedras en su propio tejado y aunque no estaba muy conforme hizo su trabajo. Lo más fuerte fue cuando me dijo, tu empuja con las manos tu barriga hacia abajo, llevaba en sus manos una aguja enorme, y cuando digo enorme debería de hacer unos quince centímetros. Con ella me rompió las aguas. No me hizo daño y no dije nada.
Era un día soleado como el de hoy de hace quince años. La mujer tenía una cara de asustada que no me relajaba nada a mí, era una señora extranjera, quien parecía por su edad que sabía lo que se hacía y aquel parto no le parecía nada lógico.
Enseguida llegaron los dolores, era mi segundo hijo, les aseguro que no eran dolores normales de parto, eran inhumanos, no podía soportarlos, tampoco dije nada.
Me monitorizaron enseguida y el precioso niño que llevaba dentro, que había estado encajado desde los cinco meses, se subió hacia mis costillas como queriendo huir de la quema.
Eran más o menos las doce del medio día, mis dolores seguían, entró mi doctora para decirme que en cuanto estuviese, de no sé cuántos centímetros me pondrían la epidural.
No sé cuanto tiempo tardé en llegar a esos dichosos centímetros, pero me parecieron años. Estaba allí mi hermana Elvira, mi madre, mi esposo, en una salita adicional que tenía mi habitación.
Yo solo veía la cara de mi madre, pudiendo leer en su mirada el miedo que estaba pasando, pues percibía que pensaba que aquello no era normal. Llegué con valentía, sin quejarme lo más mínimo, a los centímetros necesarios para ponerme la epidural.
Me bajaron a quirófano, me advirtieron de que no me moviera y todo saldría bien, si no, tendrían que pincharme unas cuantas veces. Ni la más afilada navaja me hubiese podido mover, quedé quieta y con un pinchazo fue suficiente. Por fin...terminaron los terribles dolores, no sé si fueron dos o tres horas, pero se me hicieron eternas. Subimos de nuevo a la habitación, otra vez con la máquina y el monitor, toda llena de cinturones y el niño que se subía cada vez más y más para arriba. Lo pasamos los dos, realmente mal, así estuve hasta las cinco y media de la tarde.
Sólo hacía que ver la cara de mi madre, que sin poder evitarlo, sin decirme nada, reflejaba en su rostro la angustia que estaba pasando. La pobre se fue al Cristo de La Sangre a poner un cirio.
De pronto volvió mi doctora con la cara desencajada, con dos matronas más, al verles la cara a todas, pensé que aquello iba muy mal, ya lo había pensado durante todas las horas que habían pasado. Pero realmente pensé que el niño nacería bien y yo me iría a otros mundos. La cara de todas las mujeres que entraron parecían confirmarlo, mi madre desde el quicio de la puerta, también. Pero no dije nada.
Me bajaron y ya me dijo mi doctora que no dilataba, que tenían que hacerme una cesásera, ¡cómo iba a dilatar si estaba de ocho meses!.
Lo que pasó en el quirófano fue surrealista, con mi epidural no necesitaban más anestesia, pero oír y sentir como te sierran el cuerpo, es bastante fuerte, más si puedes respirar el olor a piel quemada. De tanto en tanto, tenía que pedir que pararan, porque tenía vómitos.
Menos mal que fue todo rápido, de repente se hizo una preciosa luz:
---Es un niño--- me dijo la doctora. Y entonces, le vi.
Era precioso, muy blanco de piel y muy grande. Su llanto era agudo, estaba colgado como un conejo de la mano de una mujer. Pensé en mi hermana Mari, me recordó a ella.
Mi madre estaba detrás de las puertas del quirófano, también le oyó, a mí me había escuchado hablar durante todo el tiempo transcurrido.
Pasó el día amargo de un trece de marzo, de hace hoy quince años. Y llegó el bebé más hermoso que nadie pueda imaginar. Muy grande, peso tres quilos y medio con solo ocho meses, midió cincuenta centímetros.
El pobre se ve que lo pasó muy mal durante las seis horas que estuvo sufriendo, pues durante todo el día siguiente y la toda la noche estuvo gimiendo, como cuando has llorado mucho. Fue un bebé sano y precioso, enorme, que se tomaba los biberones hasta el final.
Intenté darle de mamar, pero no lo conseguí, después de unos días pasamos al biberon.
Estuve ingresada quince días, pues no me atendieron bien y cogí una fuerte infección de orina. Tuve mucha fiebre durante los días que estuve ingresada.
Al finalizar los quince días, en los cuales mi hijo Fernando, tuvo ictericia, (no queríamos que nada fuera sencillo, como ven). Nos fuimos a casa.
Hoy hace quince años que volví a nacer y que nació mi pequeño hijo, más grande que yo.
Feliz día de tu cumpleaños, divino y bello trozo de mí.
Te quiere..mamá.
Laura Fernández
Estaba de ocho meses, el día anterior había estado en mi ginecóloga, quien pensó que irse de vacaciones de semana santa, sería más divertido que atender mi parto y me lo adelantó nada menos que un mes. Me citó para la mañana siguiente muy temprano en el hospital. Ese día fui a comprar el regalo de mi madre, con toda mi barriga conmigo, pues sería pronto su cumpleaños y terminé de hacer las últimas compras. Ah, también fui a la peluquería, antes muerta que sencilla.
Por la mañana bien temprano nos fuimos para la clínica, mi familia asustada, pues no entendían porqué me ingresaban estando de ocho meses recién cumplidos. La comadrona no me encontraba en el hall del hospital, pues no se me notaba mucho el embarazo estando de espaldas. Y cara de parturienta como que no tenía. Ella no se explicaba qué hacía allí, yo menos.
Me dieron una habitación y me dijo que me iban a provocar el parto, ella no entendía el motivo,pero ya saben que nadie tira piedras en su propio tejado y aunque no estaba muy conforme hizo su trabajo. Lo más fuerte fue cuando me dijo, tu empuja con las manos tu barriga hacia abajo, llevaba en sus manos una aguja enorme, y cuando digo enorme debería de hacer unos quince centímetros. Con ella me rompió las aguas. No me hizo daño y no dije nada.
Era un día soleado como el de hoy de hace quince años. La mujer tenía una cara de asustada que no me relajaba nada a mí, era una señora extranjera, quien parecía por su edad que sabía lo que se hacía y aquel parto no le parecía nada lógico.
Enseguida llegaron los dolores, era mi segundo hijo, les aseguro que no eran dolores normales de parto, eran inhumanos, no podía soportarlos, tampoco dije nada.
Me monitorizaron enseguida y el precioso niño que llevaba dentro, que había estado encajado desde los cinco meses, se subió hacia mis costillas como queriendo huir de la quema.
Eran más o menos las doce del medio día, mis dolores seguían, entró mi doctora para decirme que en cuanto estuviese, de no sé cuántos centímetros me pondrían la epidural.
No sé cuanto tiempo tardé en llegar a esos dichosos centímetros, pero me parecieron años. Estaba allí mi hermana Elvira, mi madre, mi esposo, en una salita adicional que tenía mi habitación.
Yo solo veía la cara de mi madre, pudiendo leer en su mirada el miedo que estaba pasando, pues percibía que pensaba que aquello no era normal. Llegué con valentía, sin quejarme lo más mínimo, a los centímetros necesarios para ponerme la epidural.
Me bajaron a quirófano, me advirtieron de que no me moviera y todo saldría bien, si no, tendrían que pincharme unas cuantas veces. Ni la más afilada navaja me hubiese podido mover, quedé quieta y con un pinchazo fue suficiente. Por fin...terminaron los terribles dolores, no sé si fueron dos o tres horas, pero se me hicieron eternas. Subimos de nuevo a la habitación, otra vez con la máquina y el monitor, toda llena de cinturones y el niño que se subía cada vez más y más para arriba. Lo pasamos los dos, realmente mal, así estuve hasta las cinco y media de la tarde.
Sólo hacía que ver la cara de mi madre, que sin poder evitarlo, sin decirme nada, reflejaba en su rostro la angustia que estaba pasando. La pobre se fue al Cristo de La Sangre a poner un cirio.
De pronto volvió mi doctora con la cara desencajada, con dos matronas más, al verles la cara a todas, pensé que aquello iba muy mal, ya lo había pensado durante todas las horas que habían pasado. Pero realmente pensé que el niño nacería bien y yo me iría a otros mundos. La cara de todas las mujeres que entraron parecían confirmarlo, mi madre desde el quicio de la puerta, también. Pero no dije nada.
Me bajaron y ya me dijo mi doctora que no dilataba, que tenían que hacerme una cesásera, ¡cómo iba a dilatar si estaba de ocho meses!.
Lo que pasó en el quirófano fue surrealista, con mi epidural no necesitaban más anestesia, pero oír y sentir como te sierran el cuerpo, es bastante fuerte, más si puedes respirar el olor a piel quemada. De tanto en tanto, tenía que pedir que pararan, porque tenía vómitos.
Menos mal que fue todo rápido, de repente se hizo una preciosa luz:
---Es un niño--- me dijo la doctora. Y entonces, le vi.
Era precioso, muy blanco de piel y muy grande. Su llanto era agudo, estaba colgado como un conejo de la mano de una mujer. Pensé en mi hermana Mari, me recordó a ella.
Mi madre estaba detrás de las puertas del quirófano, también le oyó, a mí me había escuchado hablar durante todo el tiempo transcurrido.
Pasó el día amargo de un trece de marzo, de hace hoy quince años. Y llegó el bebé más hermoso que nadie pueda imaginar. Muy grande, peso tres quilos y medio con solo ocho meses, midió cincuenta centímetros.
El pobre se ve que lo pasó muy mal durante las seis horas que estuvo sufriendo, pues durante todo el día siguiente y la toda la noche estuvo gimiendo, como cuando has llorado mucho. Fue un bebé sano y precioso, enorme, que se tomaba los biberones hasta el final.
Intenté darle de mamar, pero no lo conseguí, después de unos días pasamos al biberon.
Estuve ingresada quince días, pues no me atendieron bien y cogí una fuerte infección de orina. Tuve mucha fiebre durante los días que estuve ingresada.
Al finalizar los quince días, en los cuales mi hijo Fernando, tuvo ictericia, (no queríamos que nada fuera sencillo, como ven). Nos fuimos a casa.
Hoy hace quince años que volví a nacer y que nació mi pequeño hijo, más grande que yo.
Feliz día de tu cumpleaños, divino y bello trozo de mí.
Te quiere..mamá.
Laura Fernández
jueves, 1 de marzo de 2012
Qué interesante es la vida
La vida es tan interesante, te acompaña cada día el dulce sabor de compartirla con las personas que más quieres. Pero es tan sumamente apasionante que así como vas viviendo tu vida, al pasar de los años. Ella te pone personas en tu caminar. Personas sumamente interesantes, con tus mismos gustos, tu misma forma de ser y vivir la vida. La misma manera de respirarla, y de beber cada sorbo de vida, que llena la copa de tu día a día.
Siguen estando las personas de siempre, con las que te unen tantas y tantas vivencias. Que es un placer estar a su lado. Tus amigos de toda la vida, tus conocidos, las personas que viven cerca de tu entorno. Ellas también forman parte del guión fantástico de tu existencia. Y han compartido contigo las numerosas experiencias que te han sucedido, siendo testigos de tu caminar.
A algunas las has ido apartando, o se han ido apartando ellas. Porque cada uno llena un distinto destino, y los caminos son diferentes. Han cogido otra parada de autobús, y ya no les ves cuando te subes en el autobús de tu vida. Aunque sientes que siguen estando ahí, y tienes dentro de tu corazón, siempre un trocito para ellos, y seguro que ellos sienten lo mismo. Pero están en otra ruta, y nunca coinciden los autobuses al pasar.
Lo más apasionante de todo, para mi punto de vista, son las personas que te van poniendo a cada paso, de las que aprendes todo, absolutamente todo, porque todo lo que te enseñan es nuevo para ti.
Y vibras en su mismo acorde, y cantas en su mismo tono. Y te gusta. Basta que sonrían para hacerte reír a ti. Es algo fantástico.
Después están las personas de tu pasado, esas que desaparecieron, las que por cosas de la vida, no volviste a ver nunca más. Y como la vida es cíclica, y todo siempre vuelve, te las vuelves a encontrar. Hoy me ha sucedido eso, me he encontrado con un chico que no había visto desde que yo, contaba trece años, y por mura magia, ambos nos hemos reconocido.
Es apasionante vivir, os lo aseguro. Me encanta sentir como todo vuelve siempre a empezar, y que todo sucede por algo.
Me encanta cuando pienso mucho en una persona, y después me la encuentro por la calle, o me llama por teléfono. Pienso que cuando te encuentras muchas veces a una persona, es por algo, y algo tiene que traer a tu vida. Hoy también me ha pasado eso.
Qué vida tan interesante.
Laura Fernández
Siguen estando las personas de siempre, con las que te unen tantas y tantas vivencias. Que es un placer estar a su lado. Tus amigos de toda la vida, tus conocidos, las personas que viven cerca de tu entorno. Ellas también forman parte del guión fantástico de tu existencia. Y han compartido contigo las numerosas experiencias que te han sucedido, siendo testigos de tu caminar.
A algunas las has ido apartando, o se han ido apartando ellas. Porque cada uno llena un distinto destino, y los caminos son diferentes. Han cogido otra parada de autobús, y ya no les ves cuando te subes en el autobús de tu vida. Aunque sientes que siguen estando ahí, y tienes dentro de tu corazón, siempre un trocito para ellos, y seguro que ellos sienten lo mismo. Pero están en otra ruta, y nunca coinciden los autobuses al pasar.
Lo más apasionante de todo, para mi punto de vista, son las personas que te van poniendo a cada paso, de las que aprendes todo, absolutamente todo, porque todo lo que te enseñan es nuevo para ti.
Y vibras en su mismo acorde, y cantas en su mismo tono. Y te gusta. Basta que sonrían para hacerte reír a ti. Es algo fantástico.
Después están las personas de tu pasado, esas que desaparecieron, las que por cosas de la vida, no volviste a ver nunca más. Y como la vida es cíclica, y todo siempre vuelve, te las vuelves a encontrar. Hoy me ha sucedido eso, me he encontrado con un chico que no había visto desde que yo, contaba trece años, y por mura magia, ambos nos hemos reconocido.
Es apasionante vivir, os lo aseguro. Me encanta sentir como todo vuelve siempre a empezar, y que todo sucede por algo.
Me encanta cuando pienso mucho en una persona, y después me la encuentro por la calle, o me llama por teléfono. Pienso que cuando te encuentras muchas veces a una persona, es por algo, y algo tiene que traer a tu vida. Hoy también me ha pasado eso.
Qué vida tan interesante.
Laura Fernández
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