martes, 28 de enero de 2014

Envuelta en mil halos de colores

 

     Quitó su manto hecho de yerba. Entre las luces de sus ojos, una luciérnaga brillante dibujaba tras de ella...Se sintió libre, fuerte, segura, amándose. Le costó mucho llegar hasta dónde estaba ahora. Sabía que no era fácil, pero sí seguro su caminar. En la penumbra de la noche, se secaban en ella las lágrimas que nunca cayeron. Mujer fuerte.
     Se abalanzó con prisa hacia el asfalto que cubría cual alfombra persa la ciudad. Paso firme y rostro sonriente. Una mirada sincera transmitía las ganas que tenía de triunfar. Se comió el tiempo que había pasado entre las sombras y la soledad. Se hizo amiga del reloj tardío y las agujas descompensadas.
     Los pasos armónicos al caminar cimbreaban su figura como si de una caña de bambú se tratara.
     Las gentes le sonreían al pasar, comprendían sus palabras. Se dejaban envolver por el suave tono de una voz melódica. Mujer latente.
     Viró el rumbo hacia lo desconocido, sin miedo alguno...sin ni siquiera titubear. Apariencia juvenil que le acompañaría para el resto de sus días. No parecía de ningún lugar, fuera hacia dónde fuera, se aclimataba a esa ciudad. Extranjera en su propia tierra natal. Las raíces de su vida en cualquier lugar. A pesar de ello, adoraba el lugar que la vio nacer, la magia que envolvía su ciudad, la escogió su padre para hacerla disfrutar. Nadando entre los mares, buceando, flotando perenne en alta mar.
     Al pasear las gentes se dirigían hacia ella en idiomas extranjeros...sonreía, pensando que notaban que no pertenecía a ningún lugar. Y, aún sin raíces, mas con amor a la tierra que le dio la luz primera, peleó por defenderla siempre.
     La magia envolvía su vida, era por ello que nació en aquel emblemático lugar.
     Pintó de rojo carmesí su franca sonrisa y echó a andar. Iba a descubrir un mundo nuevo por el que había luchado tanto...tanto...que a veces hasta pensó en abandonar.
     Agradecida por no haberlo hecho paseaba contenta por la ciudad. Echó el asfalto para fabricar la alfombra que pisaría cada mañana, para patrullar las calles. Dejando su halo estallar.
     Explotar en mil pedazos envueltos en brillantes luces de colores. Se hacía notar repleta de alegría.
     Con la humildad bajo su brazo le explicó a la vida lo que deseaba lograr. Sabía que lo conseguiría...ya que sus ojos brillaban siempre al ir a hablar.


     Dedicado a todos los que, como yo, perseguimos sueños. Para que nunca desfallezcas, ni te dejes abatir por ningún tipo de adversidad.
     Yo quiero, yo puedo...yo llego.


Laura Fernández.





2 comentarios: